“Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él se fue, publicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él.” (Lucas 8:39)
Aquí vemos a un hombre que estuvo viviendo en casa, pero que después el demonio lo poseyó y lo llevó a vivir entre los sepulcros, alejándolo de su hogar.
Entre los primeros versículos del pasaje podemos ver que la Palabra de Dios le da mucha importancia al hecho de que este hombre no vivía en casa:
“ Al llegar él a tierra, vino a su encuentro un hombre de la ciudad, endemoniado desde hacía mucho tiempo; y no vestía ropa, ni moraba en casa, sino en los sepulcros.” v. 27
¿Por qué el Señor en su Palabra le da tanta importancia al asunto del hogar en este pasaje?
Para empezar, permítame recordar un poco los inicios de la humanidad. Que fue Dios quien ideó, quien creó y quien instituyó el hogar en el principio de la creación.
Pero no debemos pensar únicamente en la omnisciencia de Dios, respecto a que Dios ya sabía cómo iban a ser todas las cosas en el futuro, y que nuestro Señor estableció las instituciones de una manera despótica. No lo hizo así. Todo lo que nuestro Señor hace, lo hace por amor. Así que, cuando Dios vio que el hombre moraba solo en la tierra, a Dios le dolió la soledad del hombre, y le dolió más aún porque no era bueno que el hombre estuviera solo. Dios quiere todo lo bueno para nosotros, y Él siempre piensa para nosotros en:
“todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre” (Filipenses 4:8)
Por eso a Dios le agradó traer al hombre una compañera idónea, y le agradó también que por medio del matrimonio y de la familia, se poblara la tierra.
Para Dios es importante la familia, y por eso el diablo siempre buscará la manera de destruirla, por medio de la unión libre, por medio de el adulterio, por medio de los matrimonios homosexuales, por medio de los divorcios, y tristemente, etc.
Si Dios nos ha dado un hogar, cuidémoslo. Si el diablo ha intentado destruirlo, procuremos ir al Señor para que lo restaure. Si el diablo nos ha cegado haciéndonos pensar que a pesar del adulterio y la fornicación, que a pesar de la violencia familiar, que a pesar de nuestro descuido como esposos o como padres, las cosas van a marchar bien siempre, recapacitemos y abandonemos nuestro pecado, para buscar en el Señor la restauración de todas las cosas en nuestro hogar.
Ninguno de nosotros tiene una formula humana para fortalecer o restaurar nuestro hogar; solamente Dios, que es el autor de esta importantísima institución, es quien nos puede ayudar al respecto, así que busquemos su guía y su ayuda, pues sólo Él tiene el poder para quitar de sobre nuestro hogar el yugo del enemigo que nos hace alejarnos, como el endemoniado gadareno, del propósito esencial de tener la bendición de un hogar; que glorifiquemos a Dios como familia en todo tiempo.
Así que, acudamos a Él en oración y en humillación, acudamos a Él y a su Santa Palabra, acudamos a Él y a su Santo Hijo Jesucristo quien pagó el precio en la cruz para que la promesa de salvación abarcara a nuestra casa, pues dice su Palabra: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa. ”. Acudamos, al poder de su Santo Espíritu que nos fue dado, y Él nos ayudará, porque es lo que Él busca: que nuestro hogar le glorifique para siempre. Amén.
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