Cuando comenzamos a escribir una obra literaria, lo que más abunda en nuestra cabeza, más que cualquier otra cosa, son las dudas. Preguntas como: ¿Hacia dónde va todo esto? ¿Qué orden lógico deben llevar mis ideas? ¿Cuál será el final de la historia? Y un constante etcétera. Pero, más aun, y esto en muchas ocasiones es inconsciente, suele frenar nuestro avance creativo la autocrítica. Es, decir (para no entrar en definiciones de diccionario) que constantemente estamos reprochándonos a nosotros mismos que el trabajo que estamos haciendo podría ser mucho mejor de los que está siendo hasta el momento. De hecho, lo será, y esto es lo quisiera comentar en este breve post.
Cuando un trabajador de equis oficio, como por ejemplo, un carpintero, un albañil o un pintor (de brocha gorda), se encuentran haciendo su trabajo, lo que buscan primeramente es hacer su trabajo en el menor tiempo posible para sacarle mayor provecho a sus días laborales. Pero para que su trabajo rinda frutos a largo plazo, por supuesto que van a buscar hacer las cosas con excelencia, pero eso es un asunto, que aunque se va construyendo sobre la marcha (esto estará sujeto a la calidad y experiencia del mismo trabajador), en su mayor proporción dependerá del acabado final.
Por ejemplo, un carpintero no va a tener extremo cuidado en resanar los orificios que los tornillos y los clavos van dejando en la madera, pues esto procurará hacerlo con la mayor agilidad posible, pero si va a procurar ser un poco mas meticuloso cuando le toque aplicar los respectivos barnices, pues una correcta y estética aplicación de estos, será la presentación final de su trabajo.
Lo mismo sucede con los que escribimos. Hay que reconocer que, si lo estamos haciendo, es porque ya nos hemos iniciado en este hermoso arte y oficio. Por lo cual, damos por sentado que sabemos hacer el trabajo, y que por lo tanto, si nos apresuramos un poco en avanzar, eso no traerá como consecuencia un trabajo final desastroso (y aun si así lo fuera, de todas maneras tendría arreglo). Lo que quiero decir es que no nos frenemos, si vamos viendo que nuestro trabajo de escritura no va quedando como nosotros quisiéramos, sino que, primeramente nos preocupemos por tener un material sobre el cual trabajar. Porque, sabiendo que uno de los elementos de la creación literaria es la corrección final, si no avanzamos en escribir un determinado numero de palabras diario como meta, entonces al final del mes, no tendremos mucho o nada en qué trabajar.
Así que, no despeguemos los dedos del teclado, o la pluma del papel. Mantengamos el movimiento constante en nuestra mente y nuestras manos, que la literatura es maravillosa, y nos sorprenderemos de lo que puede surgir en arduos y largos momentos de trabajo, y lo que antes era una hoja o una pantalla en blanco, pasará a ser todo un mundo donde ocurrirán cosas extraordinarias. Y ¿la autocrítica? dirás tu ¿dónde la dejaste? Pues bueno, la autocrítica preferí dejarla para el final.
Un abrazo.
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