“Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Romanos 10:10)
Aun cuando los textos que usa el apóstol Pablo en este pasaje de Romanos capítulo 10 son citas de los mismos libros de la ley de Moisés, esta forma de salvación era totalmente desconocida para el pueblo de Israel.
“Cerca de ti está esta palabra, en tu boca y en tu corazón” v.8
Muchas cosas acerca del Salvador habían sido escritas en los tiempos del Antiguo Pacto, sin embargo no fueron reveladas sino hasta que el mismo Señor Jesucristo se manifestó en carne, y nos trajo, por medio de Su Santo Espíritu, la revelación gloriosa de Su Palabra.
Hoy en día, no solo en el pueblo de Israel sino también entre los gentiles, cuesta mucho trabajo creer que por una Palabra de fe una persona se pueda salvar.
“¡No! ¡tiene que haber algo más!” piensa nuestra carne “¡la salvación debe tenerse bien merecida, si no ¿dónde queda la justicia de Dios?!” Esa es la tendencia de pensamiento del ser humano; el mismo ser humano que ha cambiado:
“la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles” (Romanos 1:23)
Nos cuesta mucho trabajo aceptar el plan de Dios tal cual se plantea aquí en la Biblia. Y precisamente, en gran parte, eso es también lo que significa confesar, reconocer que lo que Dios enseña en Su Palabra, tal como está ahí, es verdad y creerlo de tal manera que lo comunicamos con otras personas como un testimonio fiel y verdadero.
Hasta hora, es decir, hasta este capítulo 10, el apóstol Pablo nos había venido hablando de la justicia de Dios por medio de la fe, como cuando nos dice:
“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1)
Primero el apóstol se aseguró de que entendiéramos que todos los hombres estamos bajo condenación:
“pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado” (Romanos 3:9)
Después, se aseguró de dejarnos claro que la salvación no es por la obras de la ley, sino por medio de la fe en el Señor Jesucristo.
Y ahora, que ya sabemos y creemos con todo nuestro corazón esta palabra de fe que el apóstol Pablo nos predica, el Espíritu Santo nos lleva a reconocer que esta palabra de salvación es verdad, y nos impulsa también a confesarla para testimonio a otros pecadores, que, como nosotros, también necesitan ser salvados por el Señor.
Concluimos pues, que no puede haber fe sin confesión, ni tampoco confesión sin fe. Tanto una cosa como la otra redundan en falsedad. Es decir, si alguien piensa que cree en el Señor Jesucristo, pero con su vida demuestra lo contrario y esconde su supuesta fe y la deja en el plano de lo secreto, entonces dicha persona no ha creído verdaderamente en el Señor.
Y si una persona dice creer en el Señor Jesucristo, pero en su corazón todavía alberga los pecados de siempre, y no cree que la obra del Señor en la cruz es suficiente para salvarlo de esos pecados y para salvarlo del infierno, y, por el contrario, piensa que necesita hacer algo para Dios, obras de justicia para poder ser salvo, en realidad esta persona no ha creído tampoco en el Señor.
Ambas cosas deben ser ciertísimas en el creyente: una fe genuina, enfocada totalmente en el Señor Jesucristo y su obra redentora; y una confesión de esta fe para testimonio a aquellos que también han de ser salvos.
Los invito mis amados hermanos, a creer de todo corazón, y a confiar en el Señor, y en su obra redentora, que es suficiente para salvarnos de nuestros pecados y de toda situación que estemos viviendo en el mundo; y también a confesar nuestra fe, tanto con nuestros hechos como con nuestra boca, para que la gloria de Dios se manifieste en más y más personas cada vez, y que tanto ellos como nosotros podamos glorificar al Padre por esta preciosa palabra de fe y salvación que es el evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Amén.
0 comentarios:
Publicar un comentario