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lunes, 17 de junio de 2013

Dos puntos importantes sobre el culto a Dios.


El altar fue un elemento constante en la historia bíblica, incluso antes de que existiera el Tabernáculo y el Templo. Edificar altares era una costumbre muy significativa en la cultura hebraica. El altar simboliza la comunión con Dios, un lugar donde el creyente se reúne con Dios para alabarlo, y para recibir de Dios bendición y palabra.
     Estoy convencido, por testimonio bíblico más que por experiencia personal, que a Dios le agradan los altares, es decir, los lugares que escogemos para tener una comunión íntima con él. Creo que el culto, aunque sabemos de antemano que éste no es un lugar, sino una manifestación de nuestro agradecimiento a Dios por su bondad y la salvación que nos ha dado, es un prototipo de altar, ya que siempre, sin excepción, se realiza en un lugar específico, y es donde los creyentes deciden reunirse para invocar el nombre de Jehová.
     “Y edificó allí un altar, e invocó el nombre de Jehová, y plantó allí su tienda; y abrieron allí los siervos de Isaac un pozo.” Génesis 26:25
     Un factor importante también, incluso esencial, desde nuestra perspectiva, es el temor de Dios. Muchos han dicho que las “megaiglesias” están llenas de gente que no está comprometida con el Señor, que están muertos espiritualmente y que a todo dicen amén. Quizás este dicho sea cierto, aunque no en su totalidad, sin embargo la realidad es que sí es difícil y casi imposible que  la gran parte de los miembros de una “megaiglesia” no tengan temor de Dios, debido a que no se les da la atención suficiente para enseñarles este temor de Dios.
     Un culto de adoración es, desde nuestro punto de vista, el resultado de una manifestación del temor de Dios por parte de las personas congregadas. Con esto no queremos decir que quienes no tienen el temor de Dios les está prohibido congregarse, pues están en todo su derecho de hacerlo, solamente hacemos hincapié en que quienes tienen temor de Dios nunca vacilarán en congregarse para ofrendar un culto a Dios, a diferencia de quienes no tienen este temor de Dios, pues fácilmente los hará desistir de adorar a Dios cualquier prueba o dificultad que la vida les presente.
     “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre.” Eclesiastés 12:13-14

      El culto a Dios es por lo tanto, una particular mezcla de estos dos elementos (y de otros más por supuesto), el concepto bíblico de altar y el temor de Dios. Cabe mencionar que al pronunciar la frase temor de Dios nos referimos a algo más profundo que el hecho, casi inherente al término “temor”, de tenerle miedo a Dios como muchos han mal entendido y criticado en ocasiones (la mayoría de ellas) cuando escuchan a un cristiano referirse al “temor de Dios”. Este será un buen tema para desarrollar un artículo enriquecedor, pero por ahora nos enfocamos, sin pretender hacer distinciones, a los lectores que comprenden a simple vista a qué nos referimos con las palabras “temor de Dios”.  
     Hasta pronto.



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El texto Bíblico ha sido tomado de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en 
América Latina © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.


Derechos Reservados ©
Erik Orlando Torres Zavala
Barcelona 421 Col. Hacienda San Marcos
Juárez N.L. México
2013
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