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martes, 28 de junio de 2016

Bienaventurados los que obedecen a Dios

Por Erik Torres
“y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” (Filipenses 2:8)
Cuando nos disponemos a obedecer a Dios, ocurren cosas en nuestra vida que la mayoría de las veces no comprendemos. Se trata de las consecuencias de obedecer la voluntad de Dios. Empezamos a sufrir pérdidas materiales, y de salud; incluso comienzan a presentarse problemas familiares; de tal modo que si no tenemos en cuenta, que todo ese torrente de adversidades se desató debido a nuestra obediencia a Dios, terminaremos alejándonos del camino del Señor. Sin embargo tenemos, gracias a Dios, testimonios impactantes registrados en las Escrituras, que nos llevan a una comprensión sencilla de todas estas cosas.
     El mayor ejemplo de humildad y obediencia que podemos encontrar en la Biblia, es el del mismo Señor Jesucristo, sometiéndose al acto del bautismo; el cual no requería realizar, porque además de ser el Rey de Reyes y Señor de Señores, nunca cometió pecado, y por lo tanto no tenía nada de qué arrepentirse. Sin embargo, decía de él la profecía, que iba a ser contado entre los pecadores (Isaías 53:12), y lo que sucedió después de su bautismo, es considerado como el evento mismo de su unción como el Rey Santo de Israel, uno escogido de su pueblo, ungido con el Espíritu Santo (Salmo 89:20).
     Entonces, el Hijo de Dios, quien había venido al mundo en forma de hombre, necesitaba ser ungido por su Padre, porque su Padre así lo dispuso (Salmos 132:17-18). Notemos que fue después de realizar dicho acto de obediencia, que su Padre Celestial manifestó públicamente, expresando de su viva voz la aprobación que tenía por su amado hijo: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia" (Mateo 3:16-17), ungiéndolo delante de los hombres como el Rey que fue prometido en las profecías, aunque desde la eternidad, ya lo era (Colosenses 1:16-17).
     Cabe mencionar que las palabras que Dios pronunció sobre el río Jordán, no hacían referencia al acto del bautismo en sí, sino completamente al hecho eterno de ser su Hijo Unigénito, y de su unción como Rey de Israel, Jesucristo, en cuya naturaleza divina radica la obediencia perfecta.
     Hablemos entonces de la obediencia perfecta de Jesús, y decimos perfecta por ser el mayor ejemplo de humildad y obediencia que podemos encontrar en la Palabra de Dios, y por mostrarse obediente al Padre en todo momento; aún desde niño cuando pronunció las grandiosas palabras "¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?" (Lucas 2:49), y hasta que fue llevado a realizar el más importante sacrificio de todos los siglos, cuyo propósito radica en haber pagado el precio por nuestros pecados, para que pudiéramos ser aceptos delante de Dios, sólo por haber depositado toda nuestra confianza en él, quien "haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz"; derramó su preciosa sangre muriendo en una cruz, sacrificio mismo que es suficiente para salvar nuestra vida y nuestra alma de la muerte que merecíamos por nuestro pecado, tomando así nuestro lugar; y transformándonos en sus hijos amados (Juan 1:12), con el mismo poder con el que Dios Padre resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos, y levantándonos a nosotros también de la muerte por el pecado, sólo por gracia de Dios, por medio de la fe en el amado, que es Jesús (Efesios 2:8).
     Después de ser bautizado, Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, donde ocurrieron cosas que quizás cualquiera de nosotros no hubiera podido vencer como él lo hizo (Mateo 4:1-11). Sin embargo, podemos notar en la vida de Jesucristo una fórmula sencilla, pero a la vez difícil de llevar a cabo: la permanente comunión con el Padre Celestial. Por eso que que fue completamente Dios quien "comenzó en vosotros la buena obra" y quien asimismo "la perfeccionará hasta el día de Jesucristo" (Filipenses 1:6; Judas 24): , porque sólo él puede lograr en nosotros que perseveremos en la meditación de la Palabra de Dios y en oración, dos elementos que fueron los que dieron gran fortaleza al Señor para vencer ante las tentaciones que el diablo astutamente le presentó, usando con engaños pasajes de la Escritura; ante lo cual Jesús respondió, en cada tentación, "escrito está" y "escrito está también"usando bien la Palabra de Verdad, mostrando así, no sólo la sabiduría, sino también la autoridad y el poderío, que le habían sido entregados por su Padre.
     Así que, hermanos, no tengamos temor de mostrarnos obedientes ante Dios, porque aunque ocurran cosas que no nos agradan y que nos hacen pensar que Dios nos ha abandonado, en realidad es porque está sucediendo todo lo contrario; pues las dificultades que vivimos, son una maravillosa oportunidad para que veamos como es que la gloria de Dios se manifiesta en nuestras vidas, porque cuando Dios es glorificado en nosotros, somos eternamente bienaventurados en medio de este mundo efímero, pero sólo si hay en nosotros ese sentir que hubo en Cristo cuando vino al mundo para salvarnos, humillándonos delante de él, pues dice su Palabra:
“y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre” (Filipenses 2:8)
     ¡Gloria al Rey de Reyes Jesucristo, el único que pudo haber logrado nuestra redención con su sacrificio hecho en la cruz; y el único que pudo haber sellado sus promesas eternas en nosotros a través de su resurrección y de su Santo Espíritu que nos fue otorgado; a él sea la gloria por los siglos. Amén!



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El texto Bíblico ha sido tomado de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en 
América Latina © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.




Derechos Reservados ©
Erik Orlando Torres Zavala
Barcelona 421 Col. Hacienda San Marcos
Juárez N.L. México
2016


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