(Apocalipsis 2:4)
Por Erik Torres
Cuando hay
problemas en la vida, es cuando más sentimos que necesitamos de Dios. A menudo
escuchamos a la gente decir que a Dios hay que buscarlo en todo tiempo, y no
solamente cuando las cosas van de la patada. Sin embargo la naturaleza del ser
humano es así, una naturaleza que rechaza a Dios y todo lo que tenga que ver
con Él. Y estamos hablando de la inclinación natural del hombre hacia el
pecado, de la naturaleza pecaminosa que todos los seres humanos hemos heredado,
con la cual no podemos habitar eternamente en la presencia de Dios; pero
sabemos que una vez que hemos recibido a Jesucristo como nuestro único y
suficiente salvador personal, comienza a nacer un amor por el Señor y por su
obra, producido en nosotros por obra del Espíritu Santo de Dios, surgido de
nuestra nueva naturaleza; un amor casi incontenible por las almas perdidas, el
primer amor del cristiano.
Siendo honestos, desde nuestra experiencia
personal podríamos decir al respecto que ese “primer amor” va perdiendo su
fuerza hasta quedar únicamente guardado en el baúl de los recuerdos, hasta que
solamente nos queda decir “hace diez o veinte años hacía esto o aquello” o “he
ganado muchas almas en el transcurso de toda mi vida”, etc., y esto debido a que
vamos descuidando nuestra comunión con nuestro buen Dios.
Este es un fenómeno que ya se registraba en
las primeras líneas del Apocalipsis, algo real que sigue sucediendo en las
iglesias, así como sucedió en la iglesia de Éfeso hace casi 2000 años
(Apocalipsis 2:1-7)
Ahora, ¿qué es exactamente el primer amor?
Podríamos definirlo, aunque cada quien tendrá su experiencia personal con Dios,
como esa actitud cuya fuerza radica en
lo que Cristo hizo por nosotros en la cruz, y mientras más nos damos cuenta de
que no merecíamos ese infinito amor demostrado en la cruz, más queremos, con un
fervor irreprimible, que otros también se arrepientan y se salven.
Y entonces, cómo no vivir durante toda
nuestra vida en el primer amor, si Jesús hizo una obra que nadie más pudo haber
hecho, y la hizo por amor a nosotros, para que pudiéramos ser limpios delante
del Padre Celestial, quien es Santo, Santo y Santo, y en cuya presencia no
hubiéramos podido habitar de no ser por el sacrificio único, perfecto y suficiente,
del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, Jesucristo, quien nos
presenta puros y sin mancha por el perdón absoluto de nuestros pecados gracias
al derramamiento de su sangre en la cruz.
Así que, hermanos, estemos siempre gozosos
y contentos, es decir, vivamos toda nuestra vida en el pprimer amor, pesar de las tribulaciones en medio de las cuales muchos
vivimos, y otros muchos más sufren entre persecución, despojos, destierros, y
asesinatos; pues es mucho más grande el gozo de saber que cuando Cristo venga
por nosotros, su Iglesia, viviremos junto a Él, alabando su nombre por toda la
eternidad:
“Pues tengo
por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la
gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.” (Romanos 8:18)
¡Amén!
Escríbenos, estamos a tus órdenes:
El texto Bíblico ha sido tomado de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en
América Latina © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.
Derechos Reservados ©
Erik Orlando Torres Zavala
Barcelona 421 Col. Hacienda San Marcos
Juárez N.L. México
2016
0 comentarios:
Publicar un comentario