"El
que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella."
(Juan 8:7)
"Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno,
comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la
mujer que estaba en medio"
(Juan 8:9)
Recuerdo un pasaje de la Palabra de Dios, en donde el Señor Jesucristo (Juan 8:58-59) tuvo un desagradable encuentro con los fariseos. Ellos lo acusaban de dar un falso testimonio acerca de sí mismo, y lo acusaban también de tener un demonio, lo cual, evidentemente, era falso.
Al principio del capítulo, el Señor Jesucristo, los había redargüido de pecado, cuando le habían llevado a una mujer a quien ellos mismos estaban acusando de adulterio, ante lo cual el Señor Jesucristo respondió:
"El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella" (Juan 8:7).
Y continúa diciendo la Palabra al respecto:
"Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio"
Notemos que cuando el Señor Jesucristo pronunció estas palabras y ellos las escucharon, inmediatamente fueron acusados por su propia conciencia, y cada uno de ellos salió de ahí derrotado, pero sin humillarse ni arrepentirse delante del Santo Hijo de Dios.
No podemos vivir sin arrepentirnos y sin humillarnos delante del Hijo de Dios, porque él, siendo quien es, se humilló para tomar nuestro lugar en la cruz. No hay nadie que nos ame tanto como él. El merece toda la gloria y todo el poder y autoridad sobre nuestra vida; porque si hasta los demonios creen y tiemblan ¿por qué nuestra vida sigue siendo igual que antes de conocer al Señor Jesús?
Dos factores muy importantes que debemos tomar en cuenta son el poder y la autoridad con los cuales el Señor Jesucristo dijo estas palabras. Fue como cuando el Señor mandó al viento y al mar callar, y estos le obedecieron. Fue también como cuando el Señor mandó a los peces reunirse en pos de la red que el apóstol Pedro, en el nombre del Señor, echó en el mar, consiguiendo así hacer una pesca verdaderamente milagrosa.
¿Qué persona en el mundo puede resistirse a tal autoridad de Dios? Porque aunque estos hombres no se arrepintieron ni se humillaron delante del Hijo de Dios, en cambio sí se fueron de su presencia como lo hicieron los demonios en Gadara. A diferencia de que los demonios no regresaron más, por temor a ser destruidos por el Santo Hijo de Dios; y estos escribas y fariseos regresaron a molestar al Señor, porque no soportaron la humillación publica de ser derrotados por aquél admirable Hombre a quien no conocían, y a quien los demonios de Gadara conociendo que se trataba del Hijo de Dios, clamando le dijeron: "¿Qué tienes con nosotros, Jesús, Hijo de Dios? ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo?" (Mateo 8:29).
Por tanto, busquemos someternos al poder y autoridad del Señor Jesucristo. Creyendo, no a la manera de los demonios (Santiago 2:19), creyendo y temblando, como también lo hicieron estos escribas y fariseos, pero sin amar y reconocer al Señor Jesucristo como el Señor de sus vidas; sino creyendo genuinamente como Abraham, que amaba a Dios, más que a su propio hijo, y más que a sí mismo, poniendo a disposición del Señor Jesucristo su vida completa.
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El texto Bíblico ha sido tomado de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en
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Erik Orlando Torres Zavala
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2019
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