Hacer el bien en todo tiempo
Por Erik Torres
"Y si supieseis qué significa: Misericordia quiero, y no sacrificio, no condenaríais a los inocentes" Mateo 12:7
Después de lo anterior, Jesús partió hacia la sinagoga tal como lo hacía cada día de reposo, y había ahí un hombre enfermo de una mano, el cual muy probablemente habían llevado los fariseos a propósito para poder inculpar a Jesús, por lo cual le preguntaron si era legalmente válido sanar a una persona los días de reposo. Realmente estos hombres eran perversos y duros de corazón tal como lo profetizó Isaías (Mateo 15:7-9; Isaías 29:13), ya que este pasaje hace evidente que a ellos no les importaba ni siquiera un poco la necesidad de sus hermanos; aunque nosotros no tenemos ningún mérito en nosotros mismos para jactarnos de ser mejores que ellos, pues la misma Escritura testifica contra todo hombre y dice que, debido al pecado, todos los seres humanos sin excepción alguna estamos condenados al castigo de la muerte eterna (Romanos 3:23), alcanzando únicamente el perdón a través de la gracia de Dios por medio de la fe en Jesucristo (Romanos 3:22 y 24).
Vayamos pues a la Palabra, para leer la narración acerca de este asunto en Mateo capítulo 12, versículos del 9 al 14:
“9 Pasando de allí, vino a la sinagoga de ellos. 10 Y he aquí había allí uno que tenía seca una mano; y preguntaron a Jesús, para poder acusarle: ¿Es lícito sanar en el día de reposo? 11 Él les dijo: ¿Qué hombre habrá de vosotros, que tenga una oveja, y si ésta cayere en un hoyo en día de reposo, no le eche mano, y la levante? 12 Pues ¿cuánto más vale un hombre que una oveja? Por consiguiente, es lícito hacer el bien en los días de reposo. 13 Entonces dijo a aquel hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y le fue restaurada sana como la otra. 14 Y salidos los fariseos, tuvieron consejo contra Jesús para destruirle.”
¿Acaso no era la Palabra de Dios pronunciada en el pacto de la Ley lo más importante que tenía el pueblo de Dios? ¡Realmente lo era! Sin embargo, aquellos fariseos estaban exaltando muy por encima de la Palabra del Pacto, los mandamientos que ellos mismos, o más bien sus antepasados habían compuesto, y aunque dichos mandamientos de hombres se derivaban de la misma ley, éstos estaban muy alejados del espíritu o esencia de la misma, por lo que el Señor Jesús les daría a los fariseos la segunda lección de misericordia, exponiendo una exégesis rabínica de las Escrituras muy superior a la que se acostumbraba escuchar en las sinagogas por parte de los rabinos judíos (Mateo 7:28-29).
En la ley, en éxodo 23:4 y 5, se habla de devolver los animales extraviados a su dueño y también de rescatar los animales que se encontraran en peligro de muerte, incluso cuando se tratara de un animal cuyo dueño es nuestro enemigo. Estos mandamientos no aparecen con alguna regulación especial respecto al día de reposo, pues es muy evidente que estos mismos mandamientos tienen el sello del amor y la misericordia de Dios, y dejar de hacer obras de misericordia en todo tiempo ¡aún en días de reposo! (o aplicado a nuestro tiempo ¡aún en horarios de culto o en cualquier otro evento de la iglesia!) incluso iba en contra de la misma ley de Dios (Romanos 13:8-10), y más aún si se trataba (o se trata en el tiempo actual) de personas con la urgente necesidad de recibir misericordia de parte de sus prójimos que somos nosotros (Santiago 2:15-16).
Entonces, fue debido a esta corrección de parte de Jesús, que los fariseos se habían enfurecido en gran manera contra Él, ya que el Señor les había dado una cátedra acerca de la ley, de tal forma que no quedaba duda de su acierto “¿cuánto más vale un hombre que una oveja?”, realmente era ridículo que los fariseos, tan versados en la ley de Moisés, estuvieran errando en un asunto tan simple, aunque sabemos que la simpleza del profundo mensaje de las Escrituras depende de la revelación de Dios (1 Corintios 12:3), además de que, como ya hemos visto, los fariseos estaban ciegos del espíritu, debido a su incredulidad hacia el Hijo de Dios; sin embargo al no tener argumentos contra las certeras explicaciones llenas de verdad de parte de Jesús acerca de la ley, ardían de odio hacia Él, cada vez más y más.
Y por último, esta segunda lección de misericordia de parte de nuestro Señor Jesús, concluye con una sentencia fascinante y revolucionaria, no en contra de la ley de Dios por supuesto, sino en contra de los mandamientos establecidos por los hombres, sobre el cimiento de los cuales ninguna fe puede perdurar, pues el que basa su fe en las palabras de los hombres y no en las de Cristo es como el hombre que edificó su casa sobre la arena (Mateo 7:26), y el que basa su fe y su vida en las palabras de Jesús, es como el que edifica su casa sobre la Roca (Mateo 7:24), y esta esta Roca es Jesús (1 Pedro 2:6-8), y la palabra es esta: “Pues ¿cuánto más vale un hombre que una oveja? Por consiguiente, es lícito hacer el bien en los días de reposo. Entonces dijo a aquel hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y le fue restaurada sana como la otra.”
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El texto Bíblico ha sido tomado de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en
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Erik Orlando Torres Zavala
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2016
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