Literatura, creación literaria, libros y más...

miércoles, 1 de diciembre de 2021

La autocrítica al momento de escribir

Cuando comenzamos a escribir una obra literaria, lo que más abunda en nuestra cabeza, más que cualquier otra cosa, son las dudas. Preguntas como: ¿Hacia dónde va todo esto? ¿Qué orden lógico deben llevar mis ideas? ¿Cuál será el final de la historia? Y un constante etcétera. Pero, más aun, y esto en muchas ocasiones es inconsciente, suele frenar nuestro avance creativo la autocrítica. Es, decir (para no entrar en definiciones de diccionario) que constantemente estamos reprochándonos a nosotros mismos que el trabajo que estamos haciendo podría ser mucho mejor de los que está siendo hasta el momento. De hecho, lo será, y esto es lo quisiera comentar en este breve post.

Cuando un trabajador de equis oficio, como por ejemplo, un carpintero, un albañil o un pintor (de brocha gorda), se encuentran haciendo su trabajo, lo que buscan primeramente es hacer su trabajo en el menor tiempo posible para sacarle mayor provecho a sus días laborales. Pero para que su trabajo rinda frutos a largo plazo, por supuesto que van a buscar hacer las cosas con excelencia, pero eso es un asunto, que aunque se va construyendo sobre la marcha (esto estará sujeto a la calidad y experiencia del mismo trabajador), en su mayor proporción dependerá del acabado final. 

Por ejemplo, un carpintero no va a tener extremo cuidado en resanar los orificios que los tornillos y los clavos van dejando en la madera, pues esto procurará hacerlo con la mayor agilidad posible, pero si va a procurar ser un poco mas meticuloso cuando le toque aplicar los respectivos barnices, pues una correcta y estética aplicación de estos, será la presentación final de su trabajo.

Lo mismo sucede con los que escribimos. Hay que reconocer que, si lo estamos haciendo, es porque ya nos hemos iniciado en este hermoso arte y oficio. Por lo cual, damos por sentado que sabemos hacer el trabajo, y que por lo tanto, si nos apresuramos un poco en avanzar, eso no traerá como consecuencia un trabajo final desastroso (y aun si así lo fuera, de todas maneras tendría arreglo). Lo que quiero decir es que no nos frenemos, si vamos viendo que nuestro trabajo de escritura no va quedando como nosotros quisiéramos, sino que, primeramente nos preocupemos por tener un material sobre el cual trabajar. Porque, sabiendo que uno de los elementos de la creación literaria es la corrección final, si no avanzamos en escribir un determinado numero de palabras diario como meta, entonces al final del mes, no tendremos mucho o nada en qué trabajar.

Así que, no despeguemos los dedos del teclado, o la pluma del papel. Mantengamos el movimiento constante en nuestra mente y nuestras manos, que la literatura es maravillosa, y nos sorprenderemos de lo que puede surgir en arduos y largos momentos de trabajo, y lo que antes era una hoja o una pantalla en blanco, pasará a ser todo un mundo donde ocurrirán cosas extraordinarias. Y ¿la autocrítica? dirás tu ¿dónde la dejaste? Pues bueno, la autocrítica preferí dejarla para el final.

Un abrazo.

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domingo, 13 de diciembre de 2020

Fe y Confesión

“Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Romanos 10:10)


Aun cuando los textos que usa el apóstol Pablo en este pasaje de Romanos capítulo 10 son citas de los mismos libros de la ley de Moisés, esta forma de salvación era totalmente desconocida para el pueblo de Israel.


“Cerca de ti está esta palabra, en tu boca y en tu corazón” v.8


Muchas cosas acerca del Salvador habían sido escritas en los tiempos del Antiguo Pacto, sin embargo no fueron reveladas sino  hasta que el mismo Señor Jesucristo se manifestó en carne, y nos trajo, por medio de Su Santo Espíritu, la revelación gloriosa de Su Palabra.


Hoy en día, no solo en el pueblo de Israel sino también entre los gentiles, cuesta mucho trabajo creer que por una Palabra de fe una persona se pueda salvar. 


“¡No! ¡tiene que haber algo más!” piensa nuestra carne “¡la salvación debe tenerse bien merecida, si no ¿dónde queda la justicia de Dios?!” Esa es la tendencia de pensamiento del ser humano; el mismo ser humano que ha cambiado:


“la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles” (Romanos 1:23)


Nos cuesta mucho trabajo aceptar el plan de Dios tal cual se plantea aquí en la Biblia. Y precisamente, en gran parte, eso es también lo que significa confesar, reconocer que lo que Dios enseña en Su Palabra, tal como está ahí, es verdad y creerlo de tal manera que lo comunicamos con otras personas como un testimonio fiel y verdadero.


Hasta hora, es decir, hasta este capítulo 10, el apóstol Pablo nos había venido hablando de la justicia de Dios por medio de la fe, como cuando nos dice:


“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1)


Primero el apóstol se aseguró de que entendiéramos que todos los hombres estamos bajo condenación:


“pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado” (Romanos 3:9)


Después, se aseguró de dejarnos claro que la salvación no es por la obras de la ley, sino por medio de la fe en el Señor Jesucristo.


Y ahora, que ya sabemos y creemos con todo nuestro corazón esta palabra de fe que el apóstol Pablo nos predica, el Espíritu Santo nos lleva a reconocer que esta palabra de salvación es verdad, y nos impulsa también a confesarla para testimonio a otros pecadores, que, como nosotros, también necesitan ser salvados por el Señor.


Concluimos pues, que no puede haber fe sin confesión, ni tampoco confesión sin fe. Tanto una cosa como la otra redundan en falsedad. Es decir, si alguien piensa que cree en el Señor Jesucristo, pero con su vida demuestra lo contrario y esconde su supuesta fe y la deja en el plano de lo secreto, entonces dicha persona no ha creído verdaderamente en el Señor. 


Y si una persona dice creer en el Señor Jesucristo, pero en su corazón todavía alberga los pecados de siempre, y no cree que la obra del Señor en la cruz es suficiente para salvarlo de esos pecados y para salvarlo del infierno, y, por el contrario, piensa que necesita hacer algo para Dios, obras de justicia para poder ser salvo, en realidad esta persona no ha creído tampoco en el Señor. 


Ambas cosas deben ser ciertísimas en el creyente: una fe genuina, enfocada totalmente en el Señor Jesucristo y su obra redentora; y una confesión de esta fe para testimonio a aquellos que también han de ser salvos. 

Los invito mis amados hermanos, a creer de todo corazón, y a confiar en el Señor, y en su obra redentora, que es suficiente para salvarnos de nuestros pecados y de toda situación que estemos viviendo en el mundo; y también a confesar nuestra fe, tanto con nuestros hechos como con nuestra boca, para que la gloria de Dios se manifieste en más y más personas cada vez, y que tanto ellos como nosotros podamos glorificar al Padre por esta preciosa palabra de fe y salvación que es el evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Amén.


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miércoles, 18 de noviembre de 2020

La importancia de orar por los perdidos


"Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos" (Juan 17:20)
Cuán importante es para el Señor rogar por aquellos que escuchan el evangelio por parte de nuestros hermanos, y por parte también de nosotros mismos. 

Tan necesario es predicar la Palabra de Dios, como orar por aquellos que han de creer en la Palabra por conducto nuestro.

Conocí a un hombre sobrio y sonriente, que, según cuenta el pastor de él, estuvieron orando por él, en los tiempos en los que, en los suelos de su comunidad, se quedaba tirado de borracho, y parecía un caso imposible. Pero un día, Dios tuvo misericordia de él, y escucho las oraciones del pastor y de los hermanos de la iglesia, y escuchó el evangelio y se convirtió a Cristo ¡Qué hubiera sido de él si nadie se hubiera acordado de él en sus oraciones! La oración del justo puede mucho. 

Todos tenemos uno, o más de un familiar que aún no ha entregado su vida al Señor Jesucristo, y nuestro deseo es, por supuesto, que se convierta. Quisiéramos verlo alabar a Dios, y quisiéramos tener la seguridad de que en el día final, lo veremos allá junto con nosotros en el cielo. Tal vez ya hemos orado por él, y no hemos visto aún respuesta de Dios. Nuestro Dios tiene formas misteriosas de obrar, y vemos que, a quienes nosotros mismos con ojos humanos consideramos como peores pecadores, se convierten al Señor, y nuestros seres amados no quieren nada con el Señor. No debemos perder la esperanza, sino tomar todas las promesas del Señor al respecto, y llevarlas ante Su altar, y orar por nuestros familiares, basando nuestra oración en estas. Promesas como "Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú y tu casa" (Hechos 16:31) o "el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad" (1 Timoteo 2:4) o "Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él." (Juan 3:17) y cualquier otro versículo que el Espíritu Santo de Dios nos pueda dar a manera de promesa, para orar delante de Dios. No debemos desistir, pues todo lo que hagamos para el Señor y en el Señor, nunca será en vano, y no nos cansemos de hacer el bien. 

Aunque, por otro lado, también debemos considerar que no todos los hombres se salvarán, pues muchos han despreciado y menospreciado el sacrificio de nuestro Señor en la cruz, y la gracia redentora que Dios nos da por medio de la fe, no de nosotros, no de nuestras obras, sino de Dios como un precioso don para que nadie se gloríe delante de nuestro Dios (Efesios 2:8).

No nos corresponde a nosotros juzgar quién creerá y quien no creerá, pues esto solo está dentro de la jurisdicción santa de Dios, por lo cual no debemos perder la esperanza, pues, incluso Dios, cuando tiene misericordia, es Él quien mueve los corazones y las voluntades, y ni tarde ni temprano, sino en el tiempo perfecto de Dios, las personas pueden proceder al arrepentimiento. 

Les invito hermanos, a que no abandonemos a nuestros familiares, y amigos o enemigos, y a la gente que nos rodea y a todos aquellos con los que de alguna manera comenzamos a relacionarnos directa o indirectamente, incluso por la gente que no conocemos, y que nos acordemos de ellos en nuestras oraciones, pues quizás no haya ningún cristiano en la tierra fuera de nosotros que se acuerde de ellos en sus oraciones. Pues si el Señor oró por los que han de creer por la palabra nuestra (Juan 17:20), por qué nosotros habremos de descuidar este trabajo tan precioso que con la ayuda del Espíritu Santo será fructífero conforme a la voluntad de nuestro buen Dios.

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lunes, 9 de noviembre de 2020

Libros en Oferta!



Hola. Les comparto que mis libros se encuentran en oferta.

Tres de ellos gratuitos por esta semana, para descargar en Kindle con cuenta de Amazon, y dos de ellos de $34.99 a $11.99 (once noventa y nueve). 

Aprovechen el Buen fin, jejeje. Saludos y muchas gracias por su apoyo!!! 😊😉

Para más información:
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miércoles, 17 de junio de 2020

Vuélvete a tu casa: La importancia que Dios le da a la familia.




Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él se fue, publicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él.” (Lucas 8:39)


Aquí vemos a un hombre que estuvo viviendo en casa, pero que después el demonio lo poseyó y lo llevó a vivir entre los sepulcros, alejándolo de su hogar. 

Entre los primeros versículos del pasaje podemos ver que la Palabra de Dios le da mucha importancia al hecho de que este hombre no vivía en casa:

“ Al llegar él a tierra, vino a su encuentro un hombre de la ciudad, endemoniado desde hacía mucho tiempo; y no vestía ropa, ni moraba en casa, sino en los sepulcros.” v. 27

¿Por qué el Señor en su Palabra le da tanta importancia al asunto del hogar en este pasaje?

Para empezar, permítame recordar un poco los inicios de la humanidad. Que fue Dios quien ideó, quien creó y quien instituyó el hogar en el principio de la creación.

Pero no debemos pensar únicamente en la omnisciencia de Dios, respecto a que Dios ya sabía cómo iban a ser todas las cosas en el futuro, y que nuestro Señor estableció las instituciones de una manera despótica. No lo hizo así. Todo lo que nuestro Señor hace, lo hace por amor. Así que, cuando Dios vio que el hombre moraba solo en la tierra, a Dios le dolió la soledad del hombre, y le dolió más aún porque no era bueno que el hombre estuviera solo. Dios quiere todo lo bueno para nosotros, y Él siempre piensa para nosotros en:

“todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre” (Filipenses 4:8)

Por eso a Dios le agradó traer al hombre una compañera idónea, y le agradó también que por medio del matrimonio y de la familia, se poblara la tierra.

Para Dios es importante la familia, y por eso el diablo siempre buscará la manera de destruirla, por medio de la unión libre, por medio de el adulterio, por medio de los matrimonios homosexuales, por medio de los divorcios, y tristemente, etc. 

Si Dios nos ha dado un hogar, cuidémoslo. Si el diablo ha intentado destruirlo, procuremos ir al Señor para que lo restaure. Si el diablo nos ha cegado haciéndonos pensar que a pesar del adulterio y la fornicación, que a pesar de la violencia familiar, que a pesar de nuestro descuido como esposos o como padres, las cosas van a marchar bien siempre, recapacitemos y abandonemos nuestro pecado, para buscar en el Señor la restauración de todas las cosas en nuestro hogar.

Ninguno de nosotros tiene una formula humana para fortalecer o restaurar nuestro hogar; solamente Dios, que es el autor de esta importantísima institución, es quien nos puede ayudar al respecto, así que busquemos su guía y su ayuda, pues sólo Él tiene el poder para quitar de sobre nuestro hogar el yugo del enemigo que nos hace alejarnos, como el endemoniado gadareno, del propósito esencial de tener la bendición de un hogar; que glorifiquemos a Dios como familia en todo tiempo.

Así que, acudamos a Él en oración y en humillación, acudamos a Él y a su Santa Palabra, acudamos a Él y a su Santo Hijo Jesucristo quien pagó el precio en la cruz para que la promesa de salvación abarcara a nuestra casa, pues dice su Palabra: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa. ”. Acudamos, al poder de su Santo Espíritu que nos fue dado, y Él nos ayudará, porque es lo que Él busca: que nuestro hogar le glorifique para siempre. Amén.


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lunes, 25 de mayo de 2020

El camino de una predicación

Nunca ha sido sencillo preparar una predicación. Se requiere de ardua preparación tanto en oración como en estudio de la Palabra para llevar Pan de Vida y agua del Espíritu a los necesitados espirituales, esto es innegable.
     Dando por sentado que quienes nos dedicamos a esta preciosa labor por medio de la cual servimos a nuestro Dios, ya sabemos este primer gran detalle, nos gustaría comentar un poco en esta breve entrada, cual es el camino de las predicaciones.
     Como ya hemos señalado, no es nada fácil preparar una predicación,  pues en ocasiones amado lector, uno ya no halla por dónde continuar, o, incluso, por donde empezar; y aunque ha habido momentos en los que hemos recibido todo un aguacero de temas bíblicos, también los ha habido en los que hemos atravesado largos desiertos, en espera de vislumbrar la tierra en que fluye leche y miel.
Pero ¿cuál es el camino de una predicación? Procuraremos, basados en nuestra muy personal forma de trabajar, enumerarlo y explicarlo brevemente en unos cuantos pasos.

1. Selección del texto.
     Evidentemente, nuestro tema de predicación estará enfocado única y exclusivamente en las Escrituras, y por lo tanto el primer paso será, elegir bien nuestro texto. Hay varios elementos que debemos tener en cuenta en este primer paso:

a) Lectura de la Palabra de Dios.

     Lea mucho las Escrituras. Le aconsejo que lo haga en orden secuencial, es decir, libro por libro; si es el Antiguo Testamento, del Génesis al profeta Malaquías; y si es el Nuevo Testamento, del evangelio de Mateo hasta el Apocalipsis. Tal vez cuando se encuentre con las genealogías tanto del Antiguo como del Nuevo, o con las largas listas del Antiguo testamento, se preguntará si debe leerlas o no. Nuestra sugerencia al respecto es que las lea, siempre y cuando lo haga bajo la guía del Espíritu Santo, pues si no es así, la lectura quedará sin fruto, pero si lo es, el Señor podría darle una enseñanza para Su pueblo, aun de donde menos lo imagine. 
     Un gran ejemplo de ello, es el poderoso sermón que Dios le concedió al gran predicador inglés del siglo XIX Charles Spurgeon, El Muro Ancho (Sermón 3281, traducido al castellano por Allan Román) acerca del texto:
"Junto a ellos restauró Uziel hijo de Harhaía, de los plateros; junto al cual restauró también Hananías, hijo de un perfumero. Así dejaron reparada a Jerusalén hasta el muro ancho" (Nehemías 3:8)
Se trata de un amplio sermón basado en una corta frase de un solo versículo, sin embargo, lo que hace la diferencia es que esta corta frase fue inspirada por el Espíritu Santo, y al leer el sermón en cuestión, es inevitable ver cómo es que el Espíritu Santo va llevando la mente y el corazón del príncipe  de los predicadores, por todo el muro de las Escrituras, de extremo a extremo. Por supuesto que debemos tener cuidado de no usar una sola frase de un versículo como un pretexto para convencer de nuestras ideas a los oyentes, y por eso debemos tener mucho cuidado cuando nos toque preparar una predicación de esta índole, buscando siempre estar sujetos a la guía del Espíritu Santo a través de las Escrituras.
     Así que, por favor lea sin subestimar ni una jota ni una tilde, pues limitar al Espíritu Santo es el peor error que un predicador pueda cometer; pero no lea por leer, sino hágalo de todo corazón, esperando como un niño, escuchar la preciosa voz de su Padre Celestial.
     En sus lecturas encontrará, con la ayuda de Dios, el texto, ya sea pasaje o versículo, el cual contendrá la proposición u oración temática, la cual será el punto de partida del camino de la predicación.

b) Oración.

     Como ya hemos señalado, y como usted de antemano ya sabe amable lector, la guía del Espíritu Santo de Dios es imprescindible en este camino, pues se trata de Su Palabra, la que Él mismo inspiró, y es Él quien decide lo que daremos de alimento a Su pueblo. El Espíritu Santo le ayudará en sus lecturas de la Palabra de Dios, y Él mismo le dará todas las herramientas que usted  necesita,  para hacer esta incomparable labor, así que ore sin desmayar para que sea Él quien haga el trabajo por medio de usted.

2. Organización homilética.

     Ya sea que su preferencia de predicación sea expositiva, o temática, o textual, siempre necesitará poner en orden sus ideas para que estas lleguen al auditorio de una manera mucho más clara, y esto sólo será posible a través de una buena organización homilética.
      No es el lugar ni el momento para hablar de la homilética como tal, pues invertiríamos mucho tiempo al respecto; sin embargo podemos mencionar algunos "tips" que serán muy útiles a la hora de forjar nuestro bosquejo.

a) No pierda de vista el tema.

     Aun en las predicaciones expositivas se requiere perseguir un objetivo claro y concreto, pues de otro modo estaríamos encarnando un "comentario bíblico en vivo", y cuando usted termine de desarrollar sus comentarios versículo por versículo, lo más probable es que la gente aún no sabrá qué es lo que debe hacer con la lista de datos y conocimientos que usted les expuso; aunque debemos reconocer que hay casos muy especiales, en los que pastores de una muy amplia experiencia en el ministerio, exponen la Palabra con tal claridad que guían , con la ayuda del Espíritu Santo, la mente de los oyentes, hacia donde el Señor los quiere llevar, aclarando que esta forma de predicar basada en la experiencia, no consiste en la ociosidad, pues dichos hermanos, saben que esto es posible únicamente buscando cada día el rostro del Señor en oración y escudriñando las escrituras. Sin embargo son casos muy especiales, y no podemos alegar que pertenecemos a semejante grupo de hermanos sin caer en la vanagloria; así que será mejor que nos preparemos bien, y no nos subamos al púlpito sin antes haber preparado el orden lógico en que presentaremos las ideas de nuestro sermón. 
      Por tanto, la mejor manera de exponer un pasaje versículo por versículo, es siguiendo el hilo de un tema principal que abunde en el pasaje. De este modo, la gente siempre sabrá, por qué está usted leyendo cada versículo, y por qué está usted haciendo los comentarios que hace.
     Recordemos que ya elegimos nuestro texto, y que ya determinamos la oración temática (aunque ambas cosas son distintas, permítame llamarle así por esta vez, para comunicar mejor la idea) o "proposición". De esta frase o proposición vamos a partir para definir nuestro tema, mismo que nos guiará con la ayuda del Espíritu Santo, para ir de un versículo a otro del pasaje, ya sea de manera secuencial o invertida (ejemplo: versos 1,2,3 y 4; o versos 3,1,4 y 2, según sea el caso); esto dependerá en gran medida del orden homilético que hayamos definido. Dicho orden homilético, o en otras palabras, los puntos a tratar en el bosquejo, deberán ser basados en el mismo pasaje expuesto, o quizás en el mismo versículo electo, pero en este último caso, cada punto deberá encontrar plena congruencia con la exposición del pasaje, y con el resto de la Escritura.

b) No sature de tópicos su bosquejo.

     Cuando era niño, y mis padres me mandaban a la tienda, siempre era para mí muy complicado recordar todo lo que me encargaban traer, por lo que mi mamá me enseñó algunos recursos para ayudar a mi memoria. Uno de ellos era ir repitiendo durante todo el camino las cinco o siete cosas que debía comprar. Sin embargo, este recurso no siempre funcionaba, pues cuando por alguna razón me distraía, y esto era casi siempre; ya sea porque encontraba un sapo saltando por la banqueta, o porque simplemente dejaba de repetir la lista para cantar una canción. Cuando llegaba a la tiendita, el cassette se me borraba y luego de esto me era muy difícil recordar el mandado, por lo que en lugar de leche compraba detergente, o en lugar de azúcar, huevo. Otro de los recursos que mi mamá me enseñó, y creo que este fue el más efectivo, era relacionar las cosas que iba a comprar con una idea específica, como por ejemplo, si iba por la mañana a comprar, leche, huevo, mantequilla, harina para "hot cakes", miel y café, mi madre me decía, << tan sólo acuérdate que lo que vas a traer es todo lo necesario para hacer "hot cakes">>, es decir, que el tema era: Un rico desayuno de "hot cakes".
     Del mismo modo, si en la predicación, tratamos de enseñar a la congregación, cantidad de temas o tópicos aislados dentro de la misma predicación, difícilmente recordarán cada uno de ellos. Pero si enseñamos un solo tema, con unos cuantos subtemas conectados entre sí y desarrollados en orden lógico, nuestra exposición de la Palabra de Dios será mucho mas clara, y sobre todo, mucho más fácil de recordar por los oyentes.

3. Redacción.

     Podríamos decir que el orden de este punto es relativo, así como lo es el resto de los pasos de la predicación, ya que, para ir teniendo un avance continuo, debemos redactar en todo momento el desarrollo de las ideas aisladas, que desde luego se irán colocando en orden lógico conforme vaya avanzando la preparación de nuestro mensaje. Sin embargo, en este caso nos referimos más bien a la redacción final del sermón.
    
a) Nuestra guía para la redacción.

     Esta redacción debe realizarse a partir de las notas que fuimos tomando día con día, pero sobretodo a partir del bosquejo del sermón, pues este será nuestra guía para poder obtener una redacción ordenada y concisa. 

b) El orden de los puntos podría cambiar.

     No hay que descartar el hecho de que en el acto de la redacción surjan cambios en nuestro bosquejo, pues cuando comenzamos a escribir para desarrollar las ideas del sermón, es muy común que, al aclararse un poco más el panorama de la exposición de la Palabra, nos demos cuenta que el orden lógico del bosquejo puede mejorar en gran manera.

c) Para qué nos sirve la redacción.

     La redacción o desarrollo del Sermón, nos ayudará mucho a exponer con mayor fluidez de lenguaje nuestro tema;  y nos ayudará también a evitar, ya en el acto de la predicación, la búsqueda improvisada de expresiones para comunicar lo que queremos decir. Además que dicha redacción, será nuestra primer forma de repasar las ideas de nuestro sermón, y también será un medio para preservar la predicación para futuras necesidades en el ministerio. 

d) Cantidad de palabras por escribir.

     Quizás se esté preguntando ¿qué cantidad de texto deberá escribir? Creo que la respuesta puede ser variable, según la necesidad y la forma de trabajar de cada predicador. En nuestro caso particular creemos que entre más se desarrolle cada punto será mucho mejor. Desde la introducción hasta la conclusión; desde el primer punto hasta el último, y aún cada subdivisión de los puntos del sermón. 
     Tal vez entre cien y doscientas palabras por párrafo serán suficientes. Cien palabras por párrafo, si sólo se quiere tener una base para recordar el sermón al momento de predicar. De doscientas a quinientas palabras si se quiere desarrollar un poco más para dominar un poco mejor el tema. Aunque en este último caso, no es recomendable pasar al púlpito con todo el manuscrito completo, aunque mucho así lo hacen, y su servidor, también lo ha hecho, sin embargo hemos aprendido a escribir mucho a la hora de la preparación, pero llevar sólo una guía básica (bosquejo con un poco de redacción) al púlpito, y confiar en la ayuda y guía del Espíritu Santo de Dios, tanto en el proceso de preparación del sermón:

"Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas" (Juan 14:26 a)

Como en el momento mismo de nuestra exposición:

"y os recordará todo lo que yo os he dicho." (Juan 14:26 b)

     Aquí un ejemplo de cuántas palabras podemos usar en el desarrollo de nuestro bosquejo:

Introducción
Párrafo de 200 palabras.

I. Primer punto.
Párrafo de 200 palabras antes de entrar a las subdivisiones. 

1. Primera subdivisión. 
Párrafo de 100 palabras.

a) 200 palabras

b)200 palabras

2. Segunda subdivisión.
Párrafo de 200 palabras.

...etc.

II. Segundo punto.
Párrafo de 200 palabras. 

...etc.

     Lo anterior es sólo un ejemplo, pues dependerá de todos los factores involucrados la cantidad de palabras que escribamos en nuestra redacción; pero como lo hemos señalado antes, nuestra preferencia es escribir lo más posible, hasta donde el tiempo nos alcance rumbo al domingo, o rumbo al culto de entre semana. 

4. Repaso.

     Una vez que tengamos el manuscrito en nuestras manos, ayudará mucho que repasemos todo el sermón, considerando y tal vez subrayando las ideas principales; y quizás haciendo una que otra anotación, sólo con el propósito de mantener fresco en nuestra mente el orden y el desarrollo de las ideas. También es muy recomendable dar una última lectura de todo el manuscrito, no pretendiendo memorizarlo como un guión de cine, sino más bien con el único fin de tener en nuestra mente bien establecida la exposición que nos tocará hacer en el púlpito, para así depender lo menos posible de nuestros apuntes, que estos solamente sirvan como una guía ocasional y una ayuda para nuestra memoria, pero que nunca dependamos de ellos para la predicación de la Palabra de Dios, sino que solamente dependamos del Espíritu Santo de Dios. 

5. Oración previa.

     Nunca estará de más, recordar amado lector, que la oración previa a nuestra exposición es algo de lo que no podemos prescindir. El Señor le irá mostrando poco a poco y cada vez más, la necesidad tan grande de orar fervientemente, un día antes del día de culto, y el mismo día temprano por la mañana; ¿qué tan temprano? pues eso dependerá de cuándo el Señor lo llame a usted a orar. 
     Otro tiempo imprescindible para orar por nuestra exposición, y por la audiencia, será en el transcurrir de una hora antes de la hora de la predicación. Podemos apartarnos a un lugar aislado, y poner toda nuestra confianza en nuestro Dios y no en nosotros mismos. Pida a sus hermanos en Cristo mas cercanos, que oren por la predicación, y recuerde a su congregación constantemente, la necesidad de orar por el ministerio de la predicación de la Palabra de Dios en su iglesia, el Señor será fiel y le bendecirá grandemente estando con usted y ayudándole en todo lo que necesite respecto a la predicación; usted mismo lo notará en la batalla del púlpito, cuya victoria ya le dio el Señor en el aposento de oración. 
     Y una cosa más respecto a la oración: no se olvide, cuando el culto haya terminado, de ir con su Señor y agradecerle por haber estado con usted en todo momento.

6. Exposición.

     Predique con toda libertad Su Palabra, porque el Espíritu de Dios estará donde usted esté predicando, pero no abusemos de esa libertad para hablar de nuestras propias ideas o para hacer alarde de conocimiento bíblico o capacidad intelectual, esto no servirá de nada para los propósitos de Dios, por el contrario serán de tropiezo para usted mismo primeramente y también para la congregación, porque como usted ya sabe:

"el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido." (Mateo 23:12)

     Por lo demás; adelante amado lector, sólo nos resta decirle por ahora, que se siga preparando en la Palabra de Dios, y que nunca se olvide de depender totalmente de Dios. Que Dios lo bendiga y lo use grandemente en esta preciosa labor cuyo llamado eterno nos trae delante de Dios grandes responsabilidades y también grandes recompensas eternas.


Escríbenos, estamos a tus órdenes:





El texto Bíblico ha sido tomado de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en 
América Latina © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.


Derechos Reservados ©
Erik Orlando Torres Zavala
Barcelona 421 Col. Hacienda San Marcos
Juárez N.L. México
2020
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martes, 19 de mayo de 2020

El predicador



La tarea de predicar es una tarea de mucho compromiso, pues a diferencia de los conferencistas, los predicadores tienen la responsabilidad de llevar un mensaje directamente de parte de Dios, y no solamente de llevar palabras de consolación o criterios que ayuden a concientizar a las personas sobre ciertos asuntos. El predicador lleva consigo la carga y la conciencia de que está exponiendo un mensaje de autoridad de parte de Dios, pues sus predicaciones se basan en la Biblia.
     El acto de la predicación no es algo que podamos realizar excluyendo a Dios de nuestra vida. Los conferencistas u oradores se valen totalmente de las habilidades adquiridas y de un talento nato que han ido desarrollando con el andar de los años, a tal grado que se convierten en personas persuasivas, ejerciendo una cierta autoridad y un cierto dominio psicológico sobre su auditorio.
     El caso del predicador es muy distinto, pues éste ha de basar completamente su vocación sobre un llamamiento divino, aun cuando hay habilidades y recursos que en el camino irá adquiriendo, el predicador de Dios deberá depender totalmente de la dirección divina, y encarrilará todo su conocimiento y su talento hacia el rumbo que Dios le haya mostrado, es decir, se convertirá en un pastor atento a la voz guiadora del Pastor de pastores y dueño absoluto del rebaño que es la Iglesia.
     Por tanto, el predicador buscará fervientemente, reflejar en sí mismo la persona del Señor Jesucristo. Lo que hizo Jesús durante su ministerio fue precisamente eso, mostrar a través de su vida a aquél que lo había enviado a predicar las buenas nuevas de salvación, y esto lo vemos manifestado en el evangelio cuando éste nos narra el día en que el apóstol Felipe le propone al Maestro, que le muestre a él y a sus condiscípulos a Dios el Padre y eso les bastaba, a lo cual el Señor Jesucristo respondió “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? “(Juan 14:9)
     Otro aspecto importantísimo en la vida del predicador es la necesidad y obligación de ganar almas para Cristo. Es verdad que el predicador tiene una gran responsabilidad respecto al crecimiento espiritual de la congregación para la cual predica, sin embargo el predicador no debe olvidar que tiene una labor de suprema importancia, aquello por lo cual vino Cristo a morir: la salvación de las almas.
     Hay que recordar el consejo que el apóstol Pablo le da al pastor Timoteo, entre otras cosas le pide “hacer obra de evangelista” (2 Timoteo 4:2-5). El apóstol Pablo no limita la labor pastoral de Timoteo a apacentar a las ovejas, sino que le pide que vaya y rescate nuevas ovejas para luego apacentarlas en el rebaño del Señor.
     El predicador no debe descartar la posibilidad de encontrar almas alejadas de Dios entre los congregantes que le escuchan, por lo tanto será indispensable que la exposición que haga de la Palabra de Dios incluya el mensaje de salvación de la cruz de Cristo. Ahora, si el predicador conoce bien a su congregación y está seguro de que, en un determinado día no hay inconversos entre los asistentes, eso no debe ser motivo para que deje de pensar en hacer un llamado a las almas de entregarse a Cristo y de orar por ellas siempre que se prepare para compartir la Palabra.
     En cuanto a la vida que el predicador debe llevar, la Biblia menciona algunas cosas que son fundamentales en el caminar del siervo de Dios. Recordemos el fruto del Espíritu, es decir, las virtudes que el apóstol Pablo menciona como las cosas contra las cuales no hay ley, este fruto será fundamental en la vida del predicador, pues le será difícil presentarse ante una congregación diciendo que tiene autoridad departe de Dios si no muestra con su vida que Dios ha trabajado poderosamente en él. Por el contrario, si el predicador pone en práctica la enseñanza bíblica y es dócil en la dirección del Espíritu Santo, su autoridad dada departe de Dios para exponer las Escrituras le ayudará en el efecto que su trabajo como predicador produce en los creyentes.
     El aspecto con el que el predicador debe tener mayor cuidado es la preparación de sus sermones, una preparación espiritual e intelectual. Espiritual en el área de la oración personal, de la intimidad con Dios, de la vida diaria devocional, de la lectura diaria de la Palabra y de la oración por los hermanos a los cuales les predicará. Tampoco debe olvidar la preparación respecto comentarios bíblicos para hacer revisión de su propia interpretación de la Palabra, así como lectura de artículos interesantes que le amplíen la visión, pero que no cambien el rumbo y propósito del tema expuesto, que es en general, edificar a la iglesia y satisfacer sus necesidades espirituales, y que no le hagan caer en pedantería y exceso en el uso de vocablos desconocidos.

     Como predicadores hay que estar conscientes de la responsabilidad que tenemos delante de nosotros, como alguien diría, “atendemos asuntos de eternidad”. Empezando por prepararnos continuamente, ya que este llamamiento a predicar la Palabra de Dios es perpetuo, se predica continuamente durante toda una vida, entonces la preparación debe ser también constante y le debe orientar hacia predicar de una manera entendible, pues los sermones tienen efecto únicamente si el creyente entiende el mensaje que el predicador pretende comunicar, pues Dios usará su sermón indudablemente, pero para esto deberá prepararse al grado de dominar el tema de una manera fluida, aunque no habrá que descartar la posibilidad de que Dios le cambie por completo su panorama e incluso todo el sermón para darle a predicar lo que la congregación realmente necesita.

Fuentes consultadas.

Olford, Stephen F. Guía de predicación expositiva. Nashville, Tennessee: Broadman & Holman Publishers, 2005.





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El texto Bíblico ha sido tomado de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en 
América Latina © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.


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martes, 25 de junio de 2019

La Estrella de la Mañana





“y le daré la estrella de la mañana”
(Apocalipsis 2:28)


La estrella de la mañana. Este versículo está hablando de la venida del Señor Jesucristo. La estrella de la mañana es la que aparece cuando la luz comienza a salir por la mañana. Cuando el sol, desde el otro lado de la tierra, empieza a arrojar su luz, cubriendo el cielo como con un manto y pintándolo de azul cuando todavía no sale por completo, y empieza a vislumbrarse una estrella ahí, cuya sublime labor es anunciar que el día ya viene. 

Esta estrella de la mañana es la promesa que nosotros tenemos de que el Señor Jesucristo venga. Esta estrella de la mañana es el mismo Señor Jesucristo, quien va a venir como la estrella de la mañana anunciando el día del Señor. 

Dios hizo la tierra. Vamos a suponer que todos los años que han pasado hasta el último año de la tierra es un solo día, y la etapa de ese día es la noche oscura, porque hay tinieblas en la tierra, hay pecado, y hay gente que no conoce al Señor Jesucristo.

Pero la estrella de la mañana va a llegar. El Señor Jesucristo va a llegar, anunciando el día en el que nosotros vamos a estar con él, y va a salir del horizonte la luz del Señor, la luz de Dios que nos va a alumbrar para siempre, y no vamos a necesitar más el sol, pues vamos a estar con él, y beberemos del agua de su Espíritu, y recibiremos la luz del resplandor de su gloria que es el mismo Señor Jesucristo ¿qué mayor promesa podemos nosotros recibir que el mismo Señor Jesucristo la estrella de la mañana?

Veamos cómo, aun cuando la iglesia de Tiatira tenía luchas, ellos esperaban a su Señor. Así del mismo modo, nosotros tenemos pruebas en nuestra vida. Sin embargo nos ha sido dada una gran promesa: que vamos a recibir al Señor Jesucristo en su venida, y nos va a llevar con él; y vamos a estar en su santa presencia durante toda la eternidad. Amén.



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martes, 4 de junio de 2019

Pérgamo y la Espada de Dos Filos / Serie: Lo que el Espíritu dice a las ...



Buenos días . Aquí les dejo la predicación del miércoles pasado en Pan de Vida. Que sea de bendición. ¡Saludos!







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El Primero y el Postrero







"Y escribe al ángel de la iglesia en Esmirna: El primero y el postrero, el que estuvo muerto y vivió, dice esto" (Apocalipsis 2:8)



El primero

Nadie ha sido antes que el Señor Jesucristo, ni será después de él. Antes de todos los poderosos en la tierra, él ya era, antes de todos los ángeles y del mismo satanás, portador del liderazgo angelical en los cielos, él ya era. 
Antes que Abraham fuese, él ya era, y él será por todos los siglos y por la eternidad.

Tenemos como Señor y Salvador al Hijo de Dios, quien ha coexistido con el Padre Celestial por la eternidad y hasta la eternidad. 



El postrero 


No vendrá nadie después de él, él es el salvador, no esperes a nadie más porque él es el que salva, y él es el que llegó a la diestra del trono de Dios, y no habrá otro que llegue igual que él, a él sea toda la gloria, y toda la honra por los siglos de los siglos, amén.


Así que, no hay nadie más en quien podemos confiar. El es el primero y el postrero, por lo cual no hay depósito más seguro para nuestra fe que el mismo Señor Jesucristo. Confiemos en él plenamente y afirmémonos bajo su autoridad divina, que con infinito amor nos guía y nos muestra su misericordia. 

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