Congregarse es un privilegio que no todos los cristianos del mundo tienen. Pero los que no aprovechamos la bendición de congregarnos con nuestros hermanos en Cristo, seremos como árboles muertos que habitan en tierra seca, marchitos por la ausencia del agua de la Palabra y del Espíritu Santo de Dios. Por el contrario quien decide tomar dicha bendición de las manos de nuestro Dios:
"Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,
Que da su fruto en su tiempo,
Y su hoja no cae;
Y su hoja no cae;
Y todo lo que hace, prosperará."
(Salmos 1:3)
Los primeros cristianos, de acuerdo al testimonio que nos da el libro de los hechos, se reunían todos los días tanto en el templo como en las casas (Hechos 2:46 y 47), y lo hacían con alegría de corazón.
Aunque el libro de hebreos nos da el panorama posterior que se vivía en los primeros años de la vida de la iglesia, y nos habla de un problema que perdura hasta el día de hoy, mismo que consiste en dejar de congregarse, y muchos son los que conservan esta tendencia milenaria (Hebreos 10:25), inclusive, en mi opinión, como una costumbre arraigada igual o más fuertemente que las tradiciones paganas.
La Palabra de Dios nos enseña que congregarnos es una gran bendición, y que es un poderoso estímulo, pues mantiene el fuego encendido de nuestro amor por el Señor y nuestros hermanos en Cristo; además de que nos impulsa en nuestra fe (Hebreos 10:24 y 25), y Santiago nos enseña que la prueba de una fe genuina son las obras que hacemos para Dios como resultado de creerle a Él ( Santiago 2:26).
La palabra de Dios nos enseña también "cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía" (Salmos 133:1), y que es mejor pasar un día en su casa de oración que vivir aún 1000 días pero sin estar con él en su casa (Salmos 84:10).
Nunca podremos experimentar las bendiciones de la Palabra de Dios si no confiamos en que la palabra de Dios es verdadera, viva y eficaz (Hebreos 4:12), y que obedecerla nos trae gozo y paz del Señor a nuestro corazón.
Renovemos nuestro modo de pensar y pensemos conforme a la palabra de Dios, para que conociendo la voluntad agradable y perfecta de Dios (Romanos 12:2) disfrutemos de una vida plena en nuestro Señor Jesucristo.
Recordemos que no todos en el mundo pueden congregarse con libertad, y deben permanecer ocultos para que no les quiten la vida por causa del Señor.
Congreguémonos pues, y no nos perdamos ni un solo día de las bendiciones de estar en su casa de oración, pues un solo día en su casa vale más que años y años de aparente felicidad, lejos del infinito tesoro de su preciosa presencia.
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